viernes, 5 de febrero de 2010

Maquiavelo y la democracia

UN ENFOQUE A NUESTRA REALIDAD POLÍTICA.

Nuestra realidad colombiana, heterogénea y conflictiva, pluricultural y masiva ha tenido como preocupación oficial, a partir de la constitución de 1991, el respeto a los derechos humanos, y la participación ciudadana en los asuntos del Estado.

No es fácil dar credibilidad a las buenas intenciones escritas o simplemente proclamadas cuando nuestra realidad inmediata denuncia la corrupción de nuestros gobiernos y sus ministros que, a través de la historia, nos dejan más descontentos que aciertos.

A este respecto, hay que hacer un paralelo entre el modelo político que propone Nicolás Maquiavelo en El Príncipe y las características del gobierno que nos dirige: la valoración y evaluación que de ahí surja, nos lleva a una reorientación del devenir de nuestra historia política. El paralelo a observar que propongo es en cuanto al parecido inmediato de la obra El Príncipe con nuestra realidad, discerniendo interrogantes como quiénes ejercen el poder y de qué manera, cuáles son las pretensiones de nuestros gobernante, dónde reside la soberanía del Estado, de qué manera se oprime al pueblo, si se garantiza un control del Estado, cuáles son las facultades de intervención del Estado en asuntos regionales, etc; para lo cual, haré referencia a algunos apuntes al respecto:

El príncipe debe fundarse en sí mismo. Es en el monarca en el que se reconocen los poderes y privilegios centrales, entendido este asunto, como el poder absoluto. Para Maquiavelo, hay más autoridad cuando esta recae en un príncipe, pues todos los habitantes reconocen en él a un único señor[1]. Para llevar a cabo tal empresa, se enfatiza en el sostener el estado por intervención del ejercito, un ejercito propio, estando el mismo Príncipe a la cabeza de el ejercito, preparándolo constantemente para la guerra. Además, se debe prever los malestares al interior y al exterior del Estado

El quitar y poner funcionarios a su servicio, dependen en parte no de la fortuna sino de la virtud estratégica, haciendo partidarios suyos, ganándose a los que están a su servicio, para que ejerzan sus cargos con fidelidad. El renovar todo, para fortalecer el poder absoluto, está solo en manos del Príncipe[2], y todo rango o riqueza de sus posesores deben reconocer que se debe a él. Los amplios poderes concedidos al Príncipe permiten la unidad del Estado.

Por otro lado, en sus funciones de Estado, el Príncipe debe ser fiscal de los medios de producción económica del mismo, para obtener dinero, evitando ante todo, el ser menospreciado y aborrecido ante el pueblo, y en otras por ejercito.

Los territorio conquistados deben tener la presencia directa de su nuevo monarca, para hacer posible el control directo de estos pueblos, buscando la unificación; o bien, según la circunstancia, crear estados que se mantengan dependientes de él. En otros casos, es conveniente destruir las ciudades para hacer nuevas que formen parte de los territorios monárquicos.

Ante todo, aconseja Maquiavelo, se debe tener al pueblo como amigo, ya que ellos se obligan a quien los beneficia, pero no debe el Príncipe apoyarse en el pueblo. La idea central, es crear en los ciudadanos una conciencia de necesidad del Estado para que el Príncipe mantenga el poder. Esta última evaluación se debe mirar y considerar en vía de democracia participativa, con replanteamientos claros y validez objetiva: ¿Es el Estado para el Príncipe, o lo es para la nación?, y, además, ¿en qué manera nuestras necesidades sociales colectivas exigen la existencia del Estado, y desde éste, cómo se garantiza el bienestar ciudadano?.

Finalmente, en esta revalorización, consideraré en relación al artículo I y II de la Constitución de la República de Colombia, del 91, un paralelo a la siguiente cita en El Príncipe:

“Quien alcanza el principado mediante el favor del pueblo debe, por tanto, conservárselo amigo, lo cual resulta fácil, pues aquél solamente pide no ser oprimido. Pero aquel que, contra el pueblo, llegue al principado con el favor de los grandes debe por encima de cualquier otra cosa tratar de ganárselo, cosa también fácil su se convierte en su protector”[3].