miércoles, 27 de enero de 2010

PENSAMIENTO CRÍTICO



El “pensamiento crítico” puede tener varias concepciones según se quiera tomar una perspectiva con relación a él. Por eso, no es lo mismo la concepción crítica desde una perspectiva fundada en Paulo Freire como pionero de este asunto, o bien desde una perspectiva más coyuntural como la de Manuel Castells que involucra la autonomía a partir de la interacción con las TICs. Desde este último, el pensamiento crítico tiene que ver con una toma de conciencia sobre la repercusión de las TICs en el ámbito social, político, económico, académico, y el uso instrumental que decide y asume la persona a partir de su autonomía. En este esbozo, partiré de algunos elementos básicos tomados sobre la concepción del pensamiento crítico que tiene Matthew Lipman.

En primer lugar, diré que el pensamiento crítico tiene que ver con el pensar con criterio. Esto es, pensar con base en algunos presupuestos que den base o fundamento sobre aquello que se critica. Para ser más preciso, cuando un cineasta o un crítico de arte hace alguna valoración lo hace desde algunas concepciones que tiene y que le permiten valorar algo de determinada manera. Nosotros mismos cuando opinamos o hacemos alguna elección lo hacemos con base en criterios. Matthew Lipman advierte de que los conocimientos no son suficientes para tomar decisiones críticas en el mundo real. El pensamiento crítico tiene que ver con esta última intensionalidad, así “define al pensamiento crítico como aquellos procesos, estrategias y representaciones mentales que la gente utiliza para resolver problemas, tomar decisiones y aprender nuevos conceptos” (Formación del pensamiento, 2001. p, 174), y que esto es lo que permite el “decidir lo que hemos de creer y hacer” (p, 175).

La característica fundamental del pensamiento crítico es el juicio, que a su vez es una determinación resultado del proceso del pensamiento. Así, un buen juicio es resultado de un proceso profesional, dice nuestro autor.

Lipman afirma que un pensamiento crítico, “1) facilita el juicio porque 2) se basa en criterios, 3) es autocorrectivo y 4) sensible al contexto” (p. 178).

Los criterios que son la base de los juicios actúan como evaluadores (y más aún como evaluadores cognitivos). “Los criterios son razones; son un tipo de razón, en particular, razones valiosas” (p, 179). De aquí que se pueden distinguir los pensamientos críticos de los acríticos. Ahora, “Los criterios pueden tener o no aceptación pública, pero deberán tener un alto grado de aceptabilidad entre la comunidad de los investigadores” (p, 179). Lipman dice que podemos afirmar que mediante razones como criterios podemos justificar y defender un pensamiento, así como lo haría un crítico de arte o un ideólogo.

Cuando algunos criterios funcionan mejor que otros hablamos de megacriterios, los cuales tienen un nivel de generalidad muy elevados y que pueden ser presupuestos donde el pensamiento crítico haga su aparición. Estos criterios determinan el campo de conocimiento y desde ellos es donde actúan. Cuando los criterios actúan como reguladores en dimensiones más inmensas como el concepto de bueno, etc., nos encontramos con megacriterios.

“Una de las funciones principales de los criterios es la de proveer bases para las comparaciones… los criterios viene considerados como una autoridad o como un base de comparación convencional, entonces podemos hablar de ellos como criterios formales” (p, 184 – 185), como las medidas o los acuerdos; de lo contrario, la comparación no tendrá bases y serían de uso informal.

Lipman agrega a los criterios la subclase que llama estándares, pues actúan como criterios y que los hay de distintas formas.

Por otro lado, dice que el pensamiento crítico es auto correctivo pues tiene la capacidad de identificar sus errores y rectificarlos, lo cual sería lo propio de una comunidad investigativa. Además, tiene que reconocer su contexto, con sus circunstancias, sus limitaciones, las configuraciones globales, las evidencias insuficientes, y la posibilidad de que sus significados no puedan traducirse (Cfr. Ibíd. Pág. 190 – 191).

Finalmente, Lipman dice que la enseñanza del pensamiento crítico requiere de una ardua formación en criterios. “Será más importante señalar que aquellos estudiantes que no aprendan a utilizar los criterios de modo que sean tanto sensibles al contexto como auto correctivos supondrá que no se les está enseñando realmente a pensar críticamente” (p, 194)… “es empezar a tratar con los amplios campos de la comunicación, de la investigación, de la lectura, de la escucha, del habla, de la escritura y del razonamiento” (p, 196)


¿Cómo pensar críticamente?, ¿cómo inducir a nuestros estudiantes a que piensen críticamente? Las posibilidades son muchas. Aquí señalaré una que intenta ayudar a los estudiantes a cuestionar y desafiar la dominación, creencias y prácticas que la generan. En palabras de McLaren, crea en los estudiantes la posibilidad de adquirir nuevos lenguajes y entender la vida diaria. Aquí el estudiante debe ir develando, indagando críticamente sobre los asuntos políticos y económicos que condicionan la dimensión humana, alcanzando, de esta manera, una conciencia crítica. El pensamiento crítico consiste en comprender los fenómenos sociales, políticos, económicos, humanos. Bioéticos, etc., para tomar posturas frente a la vida y asumir propuestas de compromiso con la vida misma.

En cuanto al pensamiento crítico con relación a la lengua castellana, tal como lo insinué al principio, puede tener varias perspectivas. Sólo mencionaré un referente y este tiene que ver con el texto, y que en ocasiones se parece al pensamiento analítico que intenta resolver o comprender algo. Así, el pensamiento crítico surge de la respuesta razonada, que el texto sugiere al lector, cuya fuente de reflexión es el criterio o los juicios que el lector procesa a partir de su formación intelectual anterior. Por eso, hay que precisar varios aspectos: Primero,Juicio crítico es asentir, disentir o matizar el contenido del texto, expresando el grado de precisión, objetividad o subjetividad manifestados por el autor, en cuya reflexión se desarrolla un diálogo hermenéutico entre lector, autor, texto, contexto, intensionalidad, sentido y formalismo textual. Segundo, asociación y relación del texto, con otras tendencias, movimientos o temas conocidos es una característica inherente al pensar con criterio. Tercero, el interés del texto, con relación a su época, como representación de una corriente de pensamiento, por su relación o vigencia actual, por su originalidad de contenido de enfoque o forma es algo que ha de considerarse en el pensamiento crítico a partir de la enseñanza de la lengua castellana.






Eddy Tomalá G.




Preguntas de discusión

¡¿Cuál es la diferencia entre ser crítico y ser criticón?
Según la lectura, enumera cinco razones para que una persona sea crítica
¡¿Hasta qué punto tú eres lo suficientemente crítico frente a la realidad social, política y económica del país?
¿Qué relaciones se pueden establecer entre ser crítico desde la lengua castellana o cualquier otra materia o simplemente cumplir con lo asignado en cada clase para pasar el año?
Realice un dibujo que represente a una persona con conciencia crítica

jueves, 21 de enero de 2010

Lo que ha dado Colombia

1. Doxa sobre la doxa. Eddy Tomalá Guzmán

Carlos Sánchez Lozano nos ha dado un panorama no muy claro de la trayectoria de qué hacer filosófico en nuestro país enmarcados desde los años 40´ hasta nuestros días. Sin embargo, dicho trabajo lleno de pesimismo nos muestra una de las caras a dónde puede llegar nuestra cultura cotidiana de conformismo y qué me importismo de nuestra realidad. Carlos Sánchez dice:

“ El dogmatismo, la improvisación, el desconocimiento de los grandes hitos de la filosofía occidental, las lecturas temerarias o parcializadas, el olvido de la historia y las lenguas clásicas, cierta creencia de que la filosofía es el reino del la boutade y la charlatanería edulcorada con palabras raras, han persistido en nuestro medio. Cierto que están las excepciones, pero éstas no logran disimular la mediana generalizada”[1].

Lo que nos ocupa no es tal visión sobre la filosofía colombiana. “Aburguesarse” o “burocratizarse” es asunto ético, de una moral política que como asunto nos desviaría de nuestro tema. El problema que vemos es en fenómeno de la cultura, pero de la cultura cotidiana común y corriente sometida por los esquemas del neoliberalismo que pretenden hacer del hombre un modelo[2]. Entonces, el asunto de la visión filosófica, su autenticidad, no está en el tema meramente filosófico, metafísico, sino, el modo cual sea tratado. Pensar filosóficamente es seguir una actitud definida, no tanto como el ensayar sobre temas concretos de filosofía. Ya esto se nos preguntaron varios pensadores nuestros, si la filosofía estricta tenía que abordar temas generales o la posibilidad de tematizarlos localmente. Así, una generación de pensadores cuestionó la posibilidad de realizar o no una filosofía desde América, es decir, problematizó su existencia. Otros consideraron la universalidad del pensamiento, y otros, en la autenticidad. Dentro de este panorama, a la par, se pensó también en el compromiso de la filosofía con la realidad.

Se ha atribuido en parte a Ortega y Gasset el estímulo para la apertura hacia un pensamiento filosófico más depurado y la disposición hacia problemas propios dela filosofía, con apoyo en las obra de Husserl, problematizando en sí el pensar.

Pensadores que asimilaron la filosofía alemana, desde el ámbito de la Universidad Nacional, postularon un pensamiento universalista. Rafael Carrillo en 1939 sostuvo que la filosofía es una ciencia de la generalidad y pone en duda el nominativo de “filosofía latinoamericana”, a lo que se suma Danilo Cruz cuando expresa: “no creo que haya problemas típicamente americanos”.

Posteriormente, Jaime Vélez Correa compila, en “Procesos de la filosofía en Colombia” las opiniones de profesores sobre la existencia de un auténtico pensamiento filosófico. En dicha encuesta Jaime Jaramillo Uribe dijo que lo importante es que el pensamiento que se siente en el contorno social, haya tenido contacto con filosofía del presente y del pasado. Por lo mismo, considera que, sino no hay una originalidad, sí hay una tradición.

Pero la postura de la Universidad Nacional no es la única asumida. El pensador Daniel Herrera Restrepo asume una postura de preocupación por la realidad social. En el artículo “El hombre y la Filosofía”, escribe: “La misión del filósofo es de volver con todo su ser... a la realidad concreta para vivirla, y viviéndola describirla, y describiéndola, interpretar su sentido y el sentido de la existencia... sentirnos más humanos, si es necesario sacrificando la razón, he ahí nuestra misión”.

La historia, y no hay que desconocer, nos ha mostrado cómo la filosofía se convirtió en funcionaria de los sistemas operantes de las políticas dominantes, y en casos concretos. En “La Universidad Colombiana”, Germán Arciniegas nos refiere al control del Estado sobre los establecimientos universitarios para que éstos influyeran sobre el Estado mismo. El conservatismo y el liberalismo, han hundido sus raíces en corrientes filosóficas para justificar sus acciones e intereses[3]. De ahí, distintas generaciones en el qué hacer del filósofo colombiano.

Entre 1950 y 1980 se ha dado el predominio de la generación que Abel Naranjo Villegas denominó “socializadora”, de característica antiburguesa, reformista y secularizadora, donde corresponde el surgimiento de la fenomenología y las nuevas orientaciones filosóficas. Sin embargo, hubo ya otros antecedentes al respecto, cuando Cayetano Betancur y Marco Aurelio Correa Arango comienzan a referirse a la filosofía de Max Scheler y de Husserl.

“La filosofía en Colombia se constituyó en receptora de las corrientes más importantes del pensamiento alemán, esto es: de la teoría pura del derecho, de la filosofía de los valores, y del pensamiento de Husserl y Heidegger”.[4]

Es a partir de los años 60´ cuando la fenomenología toma un acento más idóneo edificados en fuentes primarias y de mayor actualización interpretativa, recurriendo si es el caso, a los Archivos de Husserl en Lovaina.

Ya hemos dicho al inicio de este ensayo, que nuestra intención no es de ocuparnos de lo que se está haciendo en filosofía, sino de la cultura que es nuestra preocupación., tarea de la filosofía:

“Nuestro filosofar no tiene por misión el racionalizar el mundo de nuestra experiencia como lo soñó Husserl. Nuestra misión es la de asumir humanamente este mundo”[5].

2. Funcionarios de la humanidad.

¿Para qué sirve la filosofía?, ¿qué es un filósofo?, son entre otras las preguntas que nos dejan al borde de un abismo que nos lleva la tecnología, el confort, la inmediatez y el vilipendio cultural. El docente de secundaria que dirige la clase de filosofía es dado a un tecnólogo teórico en filosofía y no un filósofo, y los que brotan y ascienden, luego se aburguesan (a la manera de Carlos Sánchez Lozano), salvo los perennes.

Parece que a nuestros jóvenes, culturalmente híbridos, no le interesa sino lo que “les conviene”, en un “todo vale” que hace posible un desequilibrio de identidad y personalidad en el ser humano actual, colombiano. Estos factores, trabajados por sociólogos, psicólogos, y en parte, por filósofos, dan los rasgos característicos de una época. A nuestra manera de ver, es consecuencia del avance de la tecnología, como lo concibió el mismo Husserl en Crisis de las ciencias Europeas. En ella se dice que la crisis de fundamentos a la que había llegado la filosofía y la ciencia fue por la preferencia a los hechos, a lo fáctico, empírico y relativo traídos con el positivismo como por el naturalismo (naturaleza física), el historicismo (la filosofía es una creación histórica) y el psicologismo (donde el pensamiento es acto de psicología). Husserl nos hace caer en cuenta que el mundo de las ciencias (las ciencias en plural), olvidó que se construía con y en el mundo de la vida, de lo cotidiano. Se desestimó todo aquello que no tuviera el rigor científico. La ciencia positiva, al otorgársele ciertos valores, dejó de lado las preguntas de la vida; se originó en función de la vida, creada en función de la humanización de la naturaleza y del hombre, y lo olvidó. La tecnología instrumentalizó al hombre y lo convirtió en medio.

La gente ya no cree en doctrinas ni propuestas que se hacen utópicas frente a la realidad inmediata. Hablar de humanización pierde sentido cuando el hambre se siente. Hablar de dignidad humana es ilusión cuando las personas desplazadas de sus lugares de procedencia sienten el dolor humano ante el frío de la noche, los peligros y las angustias. Y hablarles de teorías filosóficas suena a “carreta”, que no sirven de nada frente a las necesidades urgentes de los hombres que sufren violencias. ¡¡¿Qué temas les debe ocupar a los filósofos?!!. ¿Escepticismo?.

El pragmatismo utilitarista ha llevado al triunfo de los tecnócratas, que por medio de la política de dominio, manipulan y someten a la sociedad a su antojo e interés. El síntoma de desigualdad de las clases sociales de las que nos habló Marx se fija en el despilfarro que hacen unos pocos de los bienes de primera necesidad que necesita una mayoría pobre. La creación de una necesidad de consumo en las masas humanas de estrato social bajo ayudan a sostener la minoría de una mínima clase social dominante[6].

La conciencia del hombre común es la de evadir la conciencia. Evadir quiere decir “carecer de una toma de conciencia de la realidad inmediata”. Entonces, transformar el mundo ya no importa, y por tanto, pensar en el mundo no interesa. El filosofo queda reducido a una inexistencia.

El hombre se acostumbró a vivir esta vida. Y a pesar de que no quiere quedarse en una segunda “autoculpable minoría de edad”, es indiferente a esa realidad. Oír, ver, ser testigo de hechos inhumanos, ya no es causa de asombro para quienes presencian situaciones denigrantes a diario. ¿Qué papel juega el filósofo?.

Volvemos a buscar el sentido de la vida que replantea Husserl, el cual dice:

“La filosofía, en cuanto teoría, no solo hace libre al investigador, sino a todos los hombre filosóficamente cultivados”.


El asunto nos lleva a humanizarnos más. En interesarnos en la cultura para dar aporte a su transformación y resignificación del ser humano. El hombre ha perdido la fe en sí mismo, y es misión del filósofo devolvérsela. No en el sentido romántico, sino como propuesta de un protagonismo en que el hombre se haga así mismo solidariamente, sintiendo el dolor del otro como propio. Esto es, demostrarle al mundo que los seres humanos, los seres humanos colombianos, los seres humanos colombianos desplazados por la violencia tienen dignidad.

La función del filósofo no es profética ni mucho menos redentor de la situación del hombre, pero sí puede proponer nuevos enfoques que ayuden a humanizar el mundo en que circunda la realidad actual. Se piensa sobre algo, y la realidad es el algo sobre lo que se piensa. Si la razón parte de la vivencia del hombre, esta razón vivida, la de la humanidad doblegada puede ser pensada y dar explicaciones de esa realidad. Los enfoques, bajos los principios que sostiene el filósofo, pueden dar un sentido humanitaria al hombre. Esto puede traernos contradicciones ya que la red de relaciones cada vez más extensa, múltiples y diversas no acabarían por definir con exactitud los problemas del hombre actual. Sin embargo, en esa extensa red (propuestas, teorías, descripciones de problema), hay algo en común que es la relación en sí misma.

Tratar temas de humanidad puede para unos ser algo de menor importancia que la filosofía debería dejar a otras ciencias y disciplinas. Husserl esto no lo aceptaría. La red de relaciones implica indirectamente aspectos aislados pero que permanecen intrínsecos en los problemas del hombre como integridad. Lo que vivimos es el resultado de un proceso, y para comprender el sentido del hombre, comprendiendo el proceso histórico que lo ha modelado, es comprender el sentido del hombre colombiano desplazado por la violencia. Comprender la totalidad del hombre es comprender la comunidad en la que se constituye. Ya lo decía Ernesto Sábato:

“La dificultad de la vida moderna, el desempleo y la superpoblación han llevado al hombre a una dramática preocupación por lo económico... La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de sí mismo que siente el hombre...”.

El problema de la filosofía actual no es ajena, ni mucho menos novedosa. El sentido y la tarea ha sido de humanizar, y así se ha pensado desde antigua pasando por las diferentes etapas de la historia y cómo estas fueron concebidas. No hay que replantear los temas, simplemente hay que asumirlos.

3. Salmo 8

Husserl nos ha dado a entender que conocer es vivir, y que esas vivencias que experimenta el hombre son concientes, pues el hombre es conciente de lo que está viviendo. Ahí está su humanidad y su filosofar: volver sobre ello es reflexionar y humanizar.

Algunos pensadores, entre ellos colombianos, pensaron y creyeron que el tema de la liberación del hombre no podía ser asunto filosófico. Eso era negarle a la posibilidad de la filosofía en pensar cosas concretas en sí misma. Además, el término liberación, que se indicó como propio de una tendencia latinoamericana, era tan universal como su propuesta misma. Consideramos que una filosofía auténtica es gestora de transformaciones a todos los niveles coyunturales.

A partir de la cruda situación de nuestro país, los conceptos de persona y todo lo que ella implica, han cambiado, este concepto no es unívoco, sino es una amplia gama de posibilidades según las circunstancias vitales de los colombianos. La filosofía tiene aquí su papel transformador, tiene muchas posibilidades de trabajo. Debe analizar con profundidad las comprensiones en torno a ideas como la libertad, la dignidad, la persona, para llegar a la resignificación de las mismas.[7]

Finalmente, diremos, siguiendo a un pensador nuestro, que la humanidad, los actos de humanidad, de solidaridad, son actos racionales. Así, tenemos que ir a nuestra realidad tal cual se nos presenta, para que en esa medida aceptemos que

“la filosofía está llamada a recuperar las diversas estructuras fundamentales y operantes de la existencia humana en su vida cotidiana, gracias a las cuales creamos ciencia, técnica, política, relaciones sociales, instituciones, historia; en fin, cultura.

Si nuestra filosofía está en función del hombre y si la esencia del hombre es el “yo puedo”, es decir, la libertad, la filosofía está en función de la emancipación humana”[8].
[1] Sánchez Lozano, Carlos. En torno a la filosofía colombiana de fin de siglo. En: Boletín cultural bibliográfico, Volumen 36, número 50 – 51, 1999.
[2] Cfr. Esguerra Fajardo, Alfonso. Dios: Visión neoliberal. En: El tiempo. 12 de mayo de 2002.
[3] Cfr. Tirado, Alvaro. Las guerras civiles en Colombia, en: Cuadernos colombianos. Medellín. Volumen 3 # 10, octubre – diciembre, 1976.
[4] Jalif de Bertranou, Clara Alicia. Colombia: de la república liberal a la liberación de la filosofía. El surgimiento de la fenomenología. Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza, Argentina.
[5] Herrera, Daniel. Hombre y filosofía. Cali, Universidad del Valle, 1970.
[6] Cfr. Conill, Jesús. El Enigma del animal fantástico.
[7] Cfr. Hamburgo, Alvaro. Filosofía latinoamericana de la liberación: una mirada retrospectiva y evaluativa desde los noventa. En: Cuadernos de filosofía latinoamericana. N° 76-77. Bogotá: Usta, julio – diciembre de 1999.
[8] Herrera, Daniel. Nosotros y la fenomenología.

miércoles, 20 de enero de 2010

EL SER VISTO EN LA REALIDAD DEL HOMBRE COLOMBIANO.

(Contextualizado para el año 2004)
Hemos oído una voz que estremece a las naciones del mundo. Se ha dicho que en “la era de Bush el mundo está más seguro”. ¡¿A qué seguridad se refiere?, ¿a la de ellos, los del imperio del norte?, ¿a la de las naciones pobres víctimas del comercio y la política exterior?. ¿A una paz impuesta por las armas consecuencia del miedo y del terror?. La seguridad del hombre implica el hombre mismo. Su existencia y su ser, su finalidad. La existencia es lo que existe, es lo que es, es lo que hay en el mundo. Así lo entendió desde un principio el filósofo griego Aristóteles: el hombre es una de las cosas que existe. Como las demás cosas que existen, el hombre posee dos elementos distintivos: la forma y la materia. La forma (el alma), entendida desde el pensamiento aristotélico comprende aquello que hace que la cosa sea lo que es, lo que le da unidad y sentido. La materia (el cuerpo) es aquello con que está hecho algo. (La forma y la materia pueden ser sustanciales, lo cual reconoce lo metafísico como parte constitutiva del ser). Desde estas concepciones aristotélicas hemos de considerar el problema del hombre en su cotidianidad. El ser humano, es decir, el hombre (tanto varón y mujer) está propenso a construirse a sí mismo, a hacer de él su propio ser. El se hace así mismo (la forma que lo constituye) mientras va generando su realidad. Esa forma esencial del Ser la que habla Aristóteles es el constructo del hombre; mientras que para Xavier Zubiri el hombre está constituido de una parte física y otra psíquica que hacen de él una unidad. ¿Cómo es posible que el hombre realice su forma, edifique su Ser?, ¿qué es el Ser?, ¿qué es el Ser en el hombre y cómo entender el hombre en cuanto Ser?. Desde Aristóteles se puede considerar el Ser desde tres estructuras: en cuanto Ser en general, en cuanto substancia y en cuanto realización. Aquí se retoma la existencia; y el hombre existe porque está en el mundo; de él se puede predicar, además que es móvil como todos los seres. Como existencia, el hombre es un sistema abierto por cuanto se apropia de su realidad para “hacer”, es decir para actuar dinámicamente. Ese hacer le da facultad al hombre para transformar su realidad, tal como lo concibe Zubiri. Como es un sistema abierto que inter actúa con su medio y consigo mismo, también está dado a transformar o construir su realidad, es decir su existencia. Según el filósofo español: “El hombre para ser hombre debe apropiarse de posibilidades reales, esto quiere decir que según se haya apropiado de unas y no de otras se irá formando una personalidad diferente. Un hombre va formando en cada acto de volución su propia figura de personalidad”. Sin las partes constitutivas, lo físico y lo psíquico, el hombre no puede Ser. El hombre pierde parte de su constitución de Ser cuando se daña, deteriora o se altera su entorno (la realidad de suyo, la suidad, según Zubiri). Por otra parte, de la voluntad, el empeño que ponga para construirse es como el hombre llega a Ser, y esto en relación abierta con su medio; por tanto, lo que afecte al medio también lo afecta a él. En el pensamiento de Santo Tomás de Aquino encontramos que el hombre puede alcanzar su bien, que equivale a su Ser en plenitud, gracias a su misma libertad y su voluntad. Si carece del bien pierde parte de su perfección, es decir, su tendencia a Ser hombre, a construirse en lo humano. Si el hombre tiene todas sus necesidades básicas satisfechas, esto es su bien o parte de su bien, es cuando alcanza el equilibrio en su constitución de Ser. El bien para el hombre requiere de un entorno de necesidades satisfactorias. Si carece de ellas el bien del hombre se altera; entonces, se halla una imperfección o menos perfección que no permite que el hombre llegue a formar su Ser. Por voluntad y libertad el hombre dirige sus actos en busca del bien, y sea esto en lo material como parte de su necesidad de hombre, de Ser existente. En cuanto a la parte psíquica, si la siente afectada, el hombre sufre alteración en sus notas constitutivas. La pensadora Adela Cortina hace un aporte interesante, que bien puede considerarse en este aspecto, al afirmar que “la razón pierde su brújula si se aleja del sentimiento, dolor, compasión, etc. Una razón menguada no da lugar al sueño de emancipación ni al ansia de felicidad”. Cabe retomar el concepto de forma, que para el aristotelismo tiene que ver con la esencia, lo que hace que algo sea y no otra cosa a lo que es. El hombre es psiquis y fisique, forma y materia; y la alteración en una de sus partes lo llevan a la negación de su ser (Marx). Aristóteles entendió que la actividad suprema del hombre consiste en el conocimiento al que se llega por los sentidos en un primer momento, y luego en formar conceptos del mundo inteligible para luego aplicarlos a cada caso individual. Como Adela Cortina, el pensador colombiano Daniel Herrera coincide en que el sentimiento también es racional y por tanto es posible formular conocimiento desde él. Por tanto, si la actividad suprema del hombre es el conocimiento, el sentir también es propio de la actividad suprema del hombre, y esto en noción de sentimiento. Ahora bien, el hombre en Colombia es un Ser reprimido confinado a lo que llaman “diario vivir” donde siente, experimenta y se relaciona abierta y dinámicamente con su realidad. Luego se halla en búsqueda de su propio constructo y bien, que lo hacen Ser. Pero debido al nivel económico en que se encuentra es encerrado en una estratificación que lo categoriza. Un ejemplo de ello son las personas desplazadas por la violencia quienes viven en condiciones de desigualdad y constantes cambios o alteraciones al perder los estándares básicos para su vivir, para su existencia, que en este caso son sus bienes materiales, además de ser obligados a asumir un entorno que no es el suyo. Aquí es donde se afecta la parte psíquica y física del hombre. Por otra parte, en la realidad colombiana se encuentra una estratificación del hombre dependiendo de su monto de ingresos o capital, lo cual repercute en la educación ya que a los pobres los educan para ser pobres y a los ricos para ser ricos (pensar como pobres o como ricos). También hay que considerar el caso de la violencia en Colombia. Por medio de los referentes históricos sabemos que a la crueldad política contra nuestro pueblo muchos campesinos crearon grupos armados que después terminaron por afectar a nuestra misma gente que ahora sufre por la injusticia de la guerra. Adela Cortinas dice que el hombre crea su propio mal, su propio infierno y luego se queja de lo que sucede a raíz de ello; por eso, ella propone que se debe insistir en la comunicación y el diálogo para que el hombre construya una humanidad más idónea a la que sepa respetar. No se puede hablar del Ser del hombre en general cuando unos destruyen lo que otros construyen. Cierto es que hay algo substancial que hace a todos los hombres iguales. No obstante, hay que reconocer que todo aquello que hace que el Ser sea se aplica también al hombre, y si él carece de alguna de sus notas constitutivas pierde su integridad, su dignidad. En otras palabras, se atenta contra su existencia. ¿Cómo hacer que el hombre mantenga su forma y su materia firmemente constituidas?. ¿Qué hacer para que no se altere su parte física y psíquica y el hombre sea?. Daniel Herrera concluye que la humanidad y la realidad son responsabilidad de aquellos que están conscientes de la situación; y coloca al pensador como el indicado para señalar, mostrar e indicar la ruta por la que hay que seguir: “El filósofo, el pensador es ante todo funcionario de la humanidad que debe asumirse no como oficio ni profesión sino como vocación”. “La situación del hombre en Latinoamérica también nos coloca a nosotros frente a nuestra responsabilidad social”, esto es que el hombre sea. Finalizaremos nuestra reflexión retomando el punto de partida: ¿El mundo es más seguro?, ¿el hombre está seguro?. Hay que construir el hombre con miras en su finalidad tal como lo dijo Jesús: “Que el hombre viva, y viva en abundancia”-