martes, 16 de noviembre de 2010

POSIBLES PREGUNTAS FILOSÓFICAS

  1. ¿Qué diferencias se pueden establecer entre el Contrato Social de Hobbes y el de Rousseau?
  2. ¿Cómo se explica la presencia de juicios a priori en las personas comunes y corrientes, según Kant?
  3. Determine las explicaciones que da Santo Tomás de Aquino para demostrar filosóficamente la existencia de Dios
  4. ¿En qué consiste un primer motor inmóvil?
  5. ¿Explique el significado de la duda metódica de René Descartes?
  6. ¿Qué se gana y qué se pierde en un  pacto social, según Rousseau?
  7. ¿Para Daniel Herrera, por qué no hay una diferenciación radical entre la promesa moderna y la cultura postmoderna de la humanidad?
  8. ¿Qué explicación fundamenta el postulado de "el discurso es una reproducción de los consensos sociales"?
  9. ¿De qué manera Freud relaciona la religión con el totem y tabú primitivo, y cómo se manifiesta esa relación en la actualidad?
  10. Explique por lo menos los aspectos más relevantes de la filosofía de los siguientes autores: Aristóteles, San Agustín de Hipona, Vattimo, Castells.

martes, 12 de octubre de 2010

Pedagogía Crítica: una alternativa educativa





Durante el pasado mes de septiembre, Michael Apple y Peter McLaren, dos de los más importantes representantes de la Pedagogía Crítica norteamericana, participaron en el VI Congreso Internacional de Investigación en Educación Pedagógica organizado por el IDEP en la ciudad de Bogotá.
Eleducador.com tuvo la oportunidad de hablar con ellos y estos fueron algunos de los temas desarrollados:
Pedagogía crítica, investigación y capitalismo
La pedagogía crítica es una propuesta de enseñanza que intenta ayudar a los estudiantes a cuestionar y desafiar la dominación, creencias y prácticas que la generan. También se puede definir como una teoría y práctica en la que los estudiantes alcanzan una conciencia crítica. En palabras de McLaren, la pedagogía crítica crea en los estudiantes la posibilidad de adquirir nuevos lenguajes y entender la vida diaria.
Para ellos, la construcción de una pedagogía crítica, aunque resulta difícil de establecer, debe considerarse como el método más efectivo para lograr ciudadanos con pensamiento crítico y forjadores de una democracia real motivados a construir una sociedad más justa. Así mismo, sus críticas más duras se dirigen al sistema económico y político que influyen de manera negativa en la educación de su país.
Según McLaren, existen diferentes enfoques de pedagogía crítica, entre ellos, feminista, radical, humanista, descolonizador y revolucionario, este último con el que se siente identificado gracias a la tendencia socialista que pregona. Asegura además, que la pedagogía crítica debe ser plural, nunca neutral, es decir, se está a favor o en contra del capitalismo. Para él, la pedagogía revolucionaria es un término que abarca todos los aspectos precisos para una mejor educación.
Para estos dos pedagogos, es importante entender el papel de la pedagogía crítica en un mundo que se encuentra golpeado por Estados Unidos y el militarismo. Además, afirman que las fallas del sistema educativo actual se desprenden del campo económico, político y social que rige en la mayoría de países.
Apple asegura que la educación es política en distintas formas, y para explicarlas enumera seis puntos: 1) actúa como un dispositivo de clasificación (depende de dónde vivas, el contexto), 2) los colegios reproducen las diferencias de clase y de raza, 3) para que haya un conocimiento oficial se deja de lado lo popular, 4) históricamente el currículo oculto refuerza las identidades de clase, 5]) dinero y poder y 6) la política de la voz.

Aclara que en Estados Unidos existen 22 cuerpos políticamente dispuestos, como una especie de concejo, que deciden cuáles libros de texto escolar se pueden usar y cuáles no. Eso quiere decir que el estado es quien regula lo que está incluido dentro del conocimiento oficial y la vida cultural.
En el ámbito económico ambos autores se muestran resistentes al sistema capitalista; según McLaren si aumenta el capitalismo, las posibilidades de ser subjetivos y críticos disminuye, lo que implica seguir bajo un grupo dominante que no le interesa una educación de calidad para las clases menos favorecidas. Apple ejemplifica la relación de la economía con la educación a través de las prácticas neoliberales que ven a las escuelas conectadas a un mercado global capitalista en donde necesitan ser transformadas y competitivas, afirma que las escuelas se asemejan a las fábricas.
Luego explica que el capitalismo no ha cambiado su cortejo con el imperialismo; por tanto lo califica como un sistema sin alma, sin humanidad y que no está al servicio de la comunidad sino de la rentabilidad.

Por otra parte, Apple hace una fuerte crítica a los neo conservadores quienes pretenden dominar al maestro a través de un conocimiento “legitimo”. Es decir, un conocimiento oficial que sólo emite valores y creencias que le convienen a la clase dominante y que, por supuesto, deja de lado el conocimiento popular que es imprescindible en la educación. Esta serie de afirmaciones inciden en el ámbito social porque no dan rienda suelta al multiculturalismo. McLaren asegura que el conocimiento puede y debe ser auto reflexivo en el cual maestros y estudiantes pueden intervenir.
En el libro “Escuelas Democráticas” Michael Apple testifica la existencia de 4 escuelas que están logrando una verdadera educación democrática. Entre ellas, nombra el caso de una escuela de Porto Alegre (Brasil) en donde una alianza de activistas de clase media creó un currículo antiracial y multicultural.

Para redefinir la educación, McLaren sugiere una economía que favorezca lo local, no se puede negar la posibilidad de las utopías concretas de lo que el mundo debería ser, así como afirma Freire, “la educación, en verdad, necesita tanto de formación técnica, científica y personal como de sueños y utopías”. Los docentes tienen que tomar acción directa, no quedarse pasivos ante la posibilidad de una nueva educación, resulta indispensable volverse crítico, subjetivo y aprender de los estudiantes.
Las escuelas también tienen que enseñar valores, cómo ser ciudadanos críticos y reducir un conocimiento factual con unas pruebas objetivas. McLaren distingue 4 relaciones que deben tener presente los docentes: 1) el individuo y su actividad productiva, 2) el individuo y el producto de esa actividad productiva, 3) el individuo y otras personas (sus propios intereses) y 4) el individuo y la especie (lo que significa ser humano).
Apple propone 5 reglas para la investigación crítica:
1. Decir la verdad. El maestro debe tomar conciencia de lo que está pasando en la educación, debe entender que en el mundo actual la educación reproduce la inequidad.
2. Iluminar los espacios de acción. Los maestros están llamados no sólo a denunciar lo negativo sino a generar espacios de discusión y diálogo en los que se tenga en cuenta la clase trabajadora.
3. Definición de la investigación, los docentes deberían actuar como secretarios de los movimientos sociales.
4. Mantener las tradiciones de pensamiento, reconstruir la memoria; la tarea de la investigación crítica es contar las historias.
5. Establecimiento y apoyo de movimientos contra-hegemónicos.
Finalmente en su libro “Como Dios manda. Mercados, niveles, religión y desigualdad”, expresa la importancia de retomar la perspectiva de “raza” como elemento central de análisis de la política educativa entendida como “una construcción, un conjunto de relaciones enteramente sociales” ; así mismo, considera que es importante hacer públicos los desafíos actuales, y para ello los medios de comunicación y la red se convierten en vehículos eficaces para dar a conocer el trabajo realizado desde la pedagogía crítica, lo que permitiría el aporte de soluciones y alternativas a la situación de la educación.
Currículo
Apple apoya algunos aspectos de la escuela humanista en donde los niños son activos y reciben un trato muy cordial por parte de los maestros quienes practican el dialogo pero no necesariamente con sentido critico. Por esa razón se convierte en un currículo débil con dificultades para manejar los problemas de la política en cuanto a las relaciones de clase y de género y además, no está relacionado orgánicamente a los movimientos sociales que están tratando de transformar la educación.
“Estoy de acuerdo con un currículo activo, tenemos que oír la voz de los estudiantes y mantener diálogos a diferencia de los currículos basados en los puntajes; cuando hay educación humanista en las escuelas de clase trabajadora hay muchos más aspectos que evaluar como la cooperación, el dialogo con los otros, y el hacer público lo personal”.
Del mismo modo, Apple asegura que se necesita una pedagogía crítica, un currículo más reflexivo, debe existir un proceso crítico democrático donde participen los más pobres. El estado tendría que aprender lo qué pasa arriba y lo que pasa abajo, el currículo debe estar conectado con lo local de manera muy poderosa y que las finalidades siempre estén sujetas a una revisión crítica a escala local y nacional, eso es lo que más se acerca al proceso acertado para la redefinición de la escuela.
Por su parte, Mclaren en la obra “La educación dentro de la Bestia” cita a los educadores críticos quienes afirman que existe un currículo escondido que sigue siendo tolerante pero a la vez muy critico.
Peter McLaren
Ph. D, Especialista en Educación de Barrios Urbanos y Lenguaje Artístico de la Universidad de Brock, Doctor del Instituto para la Educación de la Universidad de Toronto, licenciado de Arte en Literatura Inglesa de la Universidad de Waterloo, se ha caracterizado por sus análisis políticos en contra del capitalismo (específicamente del neoliberalismo).
Inició su labor docente como profesor de clases de educación básica y media en Canadá, de está experiencia público el libro Cries from the Corridor texto que estuvo en las listas de Best Seller’s canadienses y el cual fue criticado posteriormente por el autor en su libro “La Vida en las Escuelas”, texto ampliamente reconocido en el ámbito de la pedagogía. Posteriormente, trabajó en la Facultad de Educación y Profesiones Afines de la Universidad de Miami en Ohio y fue Director del Centro para la Educación y Estudios Culturales de la misma Universidad. Actualmente es profesor de educación en La Universidad de California en Los Ángeles (UCLA)
Michael Apple
Catedrático de la Universidad de Wisconsin y autor de libros de política educativa de amplia difusión en el mundo, su texto “Ideología y currículo” fue seleccionado como uno de los mejores veinte libros en educación del siglo XX en Estados Unidos.
Representante de la pedagogía crítica considera que si bien la misma se vio en la necesidad de crear un lenguaje provocador, en sus inicios, desde el punto de vista teórico y político, pocas veces resultó suficiente para transformar las condiciones que rodean la enseñanza. Por lo cual, ahora debe asumir las nuevas condiciones ideológicas y materiales para que sus discursos no se queden en el vacío.

Pedagogía Crítica, www.wikipedia.com. Consultado: 5 de septiembre de 2006, 10:50 AM. Url: es.wikipedia.org
Tomado del sitio: www.idep.edu.co “Como Dios manda” Mercados, niveles, religión y desigualdad. Barcelona, Paidós, 2002 (Temas de Educación)

sábado, 9 de octubre de 2010

EL LEVIATÁN



Tótem y Tabú, en Freud

En su obra “Tótem y Tabú” muestra la analogía que existe entre los enfermos neuróticos y el comportamiento del primitivo frente a las prohibiciones tabú y restricciones de su tribu, muchas personas se han impuesto comportamientos individuales tan estrictos y rigurosos similares a los comportamientos tabú de los miembros de las comunidades más primitivas. A dichas personas las designa Freud con el nombre de “Enfermos del tabú”. Las semejanzas se hallan en una serie de hechos psicológicos a los cuales se somete tanto el primitivo como el enfermo neurótico, ignorando sus causas, es decir, carecen de toda motivación o razón lógica sobre sus acciones pavorosas; además las prohibiciones se observan bajo la influencia de una gran angustia.

En los dos casos se teme a la violación de dichas restricciones pues esto contraería un castigo o a una desgracia automática, ya sea para sí mismo en el caso del primitivo o para una persona amada en el caso del neurótico. Las mismas prohibiciones generan ceremoniales y prescripciones de carácter estricto y obsesivo ya que el individuo una vez transgredida la prohibición busca la manera de apaciguar su conciencia.

El deseo de transgredir la prohibición es inconsciente, ante este hecho los pueblos primitivos toman una actitud ambivalente frente al objeto tabú (una actitud de cariño y hostilidad), pero en su inconsciente no desean otra cosa, sino violar dichos preceptos; al neurótico le sucede lo mismo y, para subsanar la tendencia se autoimpone actos de expiación.

En el ensayo ” Los actos obsesivos y las prácticas religiosas”, Freud se ocupa más profundamente del tema de la religión, además de ver las semejanzas entre los ceremoniales obsesivos y las prácticas religiosas, descubriendo que ambos están motivados por intensos sentimientos de culpa que se originan a su vez en deseos reprimidos en el inconsciente, de los que tanto neuróticos como individuos religiosos se defienden por medio del ceremonial.

Freud descubre en la práctica religiosa el mismo trato que hay entre la prohibición y el deseo, entre la tendencia represora y la reprimida. Para él existe una especie de transacción entre dichas tendencias, razón por la que en nombre de la religión y a favor suyo se realizan todos estos actos que la religión misma prohibe.

A partir de las investigaciones realizadas mediante el psicoanálisis Freud señala a la neurosis obsesiva como una religión individual y a la religión como una neurosis obsesiva universal.

En los primeros escritos Freud también halló una diferencia entre la religión y la neurosis. La diferencia radica en que el enfermo neurótico ha llevado a cabo una represión de contenidos sexuales, mientras que tras la conducta del hombre religioso se adivina una represión de contenidos antisociales y egoístas; el primero teme a la sexualidad y, desde ese temor crea su neurosis; el segundo teme a sus impulsos antisociales y egoístas y desde ese temor crea su religiosidad.

Esta diferencia más tarde desaparece, pues en escritos posteriores, como ”Más allá del principio del placer”,” El yo y el ello”, “La perdida de la realidad en la neurosis y psicosis”, plantea un nuevo esquema sobre la vida pulsional, y donde inicialmente al grupo de tendencias sexuales se enfrentaban las pulsiones del yo, pues, descubre que los impulsos del yo se hallan también libidinizados, es decir, el yo, que hasta ahora coincidía con la parte consciente, resultó tener distintas partes inconscientes. “El yo no es otra cosa que una parte remodelada, separada del ello y adaptada al mundo exterior”. Así lo confirma en un aparte de ”El malestar en la cultura”: “Este Yo se nos presenta como algo independiente, unitario, bien demarcado frente a todo lo demás: Sólo la investigación psicoanalítica -que, por otra parte, aún tiene mucho que decirnos sobre la reacción entre el yo y el ello- nos ha enseñado que esa apariencia es engañosa; que, por el contrario, el yo se continúa hacia dentro, sin límites precisos, con una entidad psíquica inconsciente que denominamos ello y la cual viene a servir como de fachada “[1]. La neurosis sería el resultado de un conflicto entre el yo y el ello. La función del yo, sólo como instancia reguladora y ordenadora, pasa aquí a un segundo plano; en este sentido existe una perfecta identidad entre el conflicto donde se originan tanto la neurosis como la conducta religiosa.

La religión en el contexto freudiano aparece como una medida de protección utilizada por la cultura contra la neurosis. Pues, la adaptación a la neurosis general exime a numerosos individuos de la “labor de construir una neurosis personal”. La religión ofrece al creyente una autoridad a quien someterse, así como una guía que le lleve por los insondables caminos de la vida, así, el individuo se libera de la responsabilidad que significa el manejo de su propia vida, de su propia libertad.

La religión cubre una necesidad de dependencia y apoyo que el hombre sufre desde niño; Freud le da a la religión por sus características psicológicas el nombre de “ilusión, así lo expresa “El porvenir de una ilusión“.

“...nuestro examen de la génesis psíquica de las ideas religiosas, podremos ya formularla como sigue: tales ideas que no son presentadas como dogmas, no son precipitados de la experiencia ni conclusiones del pensamiento: son ilusiones, realizaciones de los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de la humanidad. El deseo de su fuerza está en la fuerza de estos deseos . Sabemos ya que la penosa sensación de impotencia experimentada en la niñez fue lo que despertó la necesidad de protección, la necesidad de una protección amorosa, satisfecha en tal época por el padre, y que el descubrimiento de la persistencia de tal indefensión a través de toda la vida llevó luego al hombre a forjar la existencia de un padre inmortal mucho más poderoso. El gobierno bondadoso de la divina providencia mitiga el miedo a los peligros de la vida; la institución de un orden moral universal, asegura la victoria final de la justicia, tan vulnerada dentro de la civilización humana, y la prolongación de la existencia terrenal de la existencia terrenal por una vida futura amplía infinitamente los límites temporales y espaciales en los que han de cumplirse los deseos ”[2]

Sin embargo, afirma Freud, que el precio que se paga por las ilusiones es muy alto: pues mientras se cree en ellas nos estamos engañando y cuando estas creencias se derrumban, la decepción que se sufre es mayor. No obstante la ilusión no es lo mismo que un error, ni es necesariamente un error, pues su punto de partida está en los deseos del hombre. También reconoce que las ilusiones pueden ser “saludables”, puesto que contribuyen en los individuos a evitar el displacer y a proporcionar en ellos satisfacción.

La mayor ilusión de los sujetos religiosos es ser amado por Dios. Freud toma como ejemplo a la iglesia católica y al ejercito a quienes llama masas artificiales, pues en ellas se ejerce una coerción exterior dirigida a preservar las masas de la disolución. “En la iglesia – y habrá de sernos muy ventajoso tomar como muestra la iglesia católica- y en el ejercito reina, cualesquiera que sean sus diferencias en otros aspectos, una misma ilusión: la ilusión de la presencia visible o invisible de un jefe( Cristo, en la iglesia católica y el general en jefe, en el ejercito), que ama con igual amor a todos los miembros del la colectividad”[3]

Al ser permanente la indefensión en el hombre también permanece en él una continua necesidad de protección: Cuando el hombre advierte que frente a los poderes exteriores de la naturaleza y frente a las imperfecciones de la civilización, sigue siendo un niño que necesita protección y cariño; atribuye a dicha instancia protectora los rasgos de un padre protector, “se crea así un acervo de representaciones, nacido de la necesidad de hacer tolerable la indefensión humana y formado con el material extraído del recuerdo de la indefensión de nuestra propia infancia individual y de la infancia de la humanidad”[4]

El problema de la religión está en que a pesar de haber mostrado su utilidad en la solución de grandes incertidumbres en la vida del hombre va más allá de dichas necesidades, y el hombre de acuerdo con Freud debe buscar mejores y más efectivos métodos para la solución de dichos problemas, pues las ilusiones religiosas retardarán el progreso de la humanidad, y en este sentido resultan nocivas.

El hombre debe abandonar el infantilismo psíquico en el que se halla, pues no puede permanecer eternamente niño, tiene que salir algún día a la vida, a la dura vida enemiga.

Freud explica a través del psiconalisis el origen de la religión, (a la que deriva de la psicología infantil): la conciencia religiosa proviene de un colectivo complejo de Edipo fundado en el deseo de todo niño de asesinar a su padre y casarse con la madre. La religión de la humanidad presenta la misma evolución de la sexualidad infantil, ya que está muestra un laso común con el complejo de Edipo y por ende con el desarrollo sexual.

Esta explicación da a conocer el origen del sentimiento religioso de culpa: la prohibición de matar el animal –tótem, sustituto del padre, es levantada en cierto sentido con el banquete del sacrificio, donde el religioso al comer la carne del animal se identifica con el padre –Dios. Esta obsesión, esta culpa, es la raíz de la religiosidad.

La fuerza de la creencia religiosa, se basa en que dichas ideas son “ilusiones”. Pero, aún siendo la religión una ilusión, no es una mentira, es decir, no es contraria a la realidad psicológica, pues está motivada por la necesidad del deseo. La religión proyecta el deseo infantil nacido del complejo de Edipo, y de individual se hace universal.

La religión logra lo que la cultura, a pesar de sus avances y con ayuda de todas sus instituciones, no ha logrado realizar: remediar el profundo sentimiento de impotencia frente a la falta de dominio de la naturaleza.

Por esta razón cree Freud que la perdida de la religión significaría un incremento de la neurosis, ya que todo los sujetos no estarían capacitados para la incredulidad y el ateísmo.

Pero la religión supone una importante labor frente a la defensa contra la neurosis, frente a la lucha de la renuncia pulsional que la vida en común lleva en si. Se presenta como un medio siempre presto a ofrecer las más diversas soluciones en esa interminable lucha entre padres e hijos, evitando que esa lucha desgarre al sujeto. La religión se presenta como un momento importante en el crecimiento de la humanidad. En este sentido se debe considerar como una neurosis necesaria.

En “Tótem y tabú” se observa claramente el esquema evolutivo enmarcado por la religión en un momento de desarrollo de la humanidad, que a la vez corresponde con el momento de desarrollo de la libido, en el que el niño superando su estado narcisista se fija ahora en los padres.

En este esquema si la cosmovisión animista supone una reproducción del primer narcisismo infantil en la que el sujeto se atribuye para si toda la omnipotencia, el sistema religioso supone un paso adelante en la maduración, en la medida en que sede dicha omnipotencia a favor de los dioses, es decir, lleva a cabo una renuncia en beneficio de los mismos.

Para el hombre religioso, afirma Freud, tanto el dios de la ilusión, como el dios de la ambivalencia afectiva, poseen un fundamento común, los dos son una muestra de la resistencia a dejarse abatir por la realidad.

La omnipotencia del pensamiento es la manifestación del deseo infantil, que pretende a toda costa mostrar, una supervaloración de las propios deseos, mientras que en la madurez las personas deben debe renunciar a esos antiguos sentimientos de omnipotencia para ceder lugar a la realidad. Sin embargo asumir esa perdida no es fácil, es ahí (como afirma Freud) cuando la experiencia religiosa ofrece una solución, la figura idealizada del padre (el padre del primer narcisismo) es transferida a Dios. El hombre religioso cree que en algún lugar se encuentra el Dios todo poderoso quien le salvará de la finitud, la indigencia y la impotencia en la que se halla, de esta manera logra mantener viva la ilusión.

La oración se presenta ahora como una herramienta fundamental para ganarse la indulgencia y el favor de los dioses. El hombre religioso asegura una influencia directa sobre los dioses y con ello una parte de su omnipotencia.

En este contexto, la oración significa dar un paso adelante en el sistema evolutivo de la religión del hombre. En “Tótem y tabú” se advierte un adelanto en la acción mágica del primitivo quien pretendía influir en la naturaleza imitándola. El hombre religioso cambia el procedimiento por ruegos, procesiones y oraciones a favor de algunos santos o alrededor de sitios que considera sagrados.

La oración también se consolida como una medida protectora de carácter mágico, no solo frente a los peligros de la realidad exterior, sino frente a los eventuales peligros que representan los asaltos de los impulsos reprimidos en el inconsciente. De la misma forma se defiende el neurótico obsesivo con sus ceremoniales, estos le protegen contra la ambivalencia de sentimientos, contra los malos pensamientos, que para el sujeto resultan insoportables.

Con respecto a la religión, esta cumple con la función de resguardar y consolar a sus miembros, la experiencia ilusoria sirve de enlace entre la realidad interna y externa desde la perspectiva de la fe. Los signos y símbolos religiosos, así como la oración son elementos fundamentales en el tránsito por la vida del hombre.

El sujeto religioso no considera su fe como alucinación de sus propios deseos, como un elemento meramente subjetivo; por el contrario ese mundo es para él real, así como su relación con Dios es directa, Dios le ama, le ampara, le guía y le juzga, es una relación personal, ya que en último término Dios es quien lo ha creado y conoce todos sus secretos.

Tanto la oración como los símbolos y signos religiosos son vehículos de expresión que van mas allá de la realidad física. La oración es el camino por el cual el creyente se comunica con Dios de forma directa, inmediata y personal. El Dios al que se ora está inmtimamente ligado a la historia personal de cada individuo; en esta relación se conjugan tanto elementos conscientes, experiencias de la vida adulta, así como datos que provienen de la infancia del sujeto; pero la oración sólo se legítima en la medida en que se tenga presente el amor fraterno; pues sólo se conoce a Dios por el amor al hermano, puesto que de lo contrario se caería en un acto puramente narcisista y egocéntrico de la fe. La cuestión planteada por Freud en la experiencia religiosa está en poderse remitir a la realidad del otro.

Desde “Tótem Y Tabú” Freud muestra a través del mito del parricidio cómo el hombre ha tenido que realizar alianzas para poder convivir, ya que debido a la naturaleza instintiva que lo caracteriza, no hubiera podido vivir en comunidad. Con este pacto los miembros de la horda se sentían unidos entre sí, gracias al intenso vínculo con el padre de la horda primordial. Surge una especie de parentesco en torno a un ideal- unificador de un régimen reglamentario.

En “La psicología de las masas y análisis del Yo“ Freud señala que en la masa resucita esa tendencia instintiva de la horda primitiva. Afirma, que así como el hombre primitivo sobrevive virtualmente en cada individuo, también toda masa humana puede reconstruir la horda primitiva. Por esta razón se deduce que la psicología colectiva es la psicología humana más antigua.

Freud retomando las palabras de Le- Bon señala: ” Además, por el mero hecho de pertenecer a una masa organizada, el hombre desciende varios escalones por la escala de la civilización. Aislado era quizá un hombre culto; en la masa es un bárbaro, vale decir, una criatura que actúa por instinto. Posee la espontaneidad, la violencia, el salvajismo y también el heroísmo de los seres primitivos.”

Este aspecto es considerado por Freud “lo siniestro” del alma humana: el retorno permanente a la Omnipotencia primitiva de sus instintos “para juzgar correctamente la moralidad de la masa es preciso tener en cuenta que al reunirse los individuos de la masa desaparecen todas las inhibiciones y son llamados a una libre satisfacción pulsional todos los instintos crueles, brutales, destructivos, que dormitan en el individuo relictos del tiempo primordial. Pero bajo el influjo de la sugestión, las masas son también capaces de elevados actos de abnegación, desinterés, consagración a un ideal”[5]

Los vínculos que unen a la masa contienen la misma herencia del tiempo primordial, son ambivalentes frente a su ideal paterno. Los vínculos libidinales, como los denomina Freud, unen a los miembros de la masa en dos sentidos: horizontal y verticalmente, en la llamada masas artificiales, al señalar a la iglesia y al ejercito cada individuo está ligado libidinalmente por una parte al líder ( Cristo, el Comandante en jefe) y por la otra a otros individuos de la masa. En esta relación el individuo se abandona libremente a sus inhibiciones.

Así, los miembros de una masa sólo establecen vínculos sociales en la medida en que superen la rivalidad y trasformen ese antiguo sentimiento de hostilidad en uno que los identifique entorno a un Ideal: el padre-jefe. Este ideal significa un modelo a seguir, y a imitar, a la vez que está prohibido ocupar su lugar: existe identificación, se mantiene la distancia del Yo con su ideal, hay unos límites que no se deben traspasar.

Los miembros de una multitud, sacrifican el interés personal, en nombre del interés colectivo, pues surge en ellos un sentimiento “contagioso” que lo lleva a realizar los más grandes actos de abnegación en beneficio de la comunidad.

Asimismo, el jefe, o el líder de dicha colectividad debe tener unas cualidades excepcionales: de acuerdo con Freud este jefe deberá estar fascinado por una vehemente fe (en una idea) para que de esta forma también surja la fe en la multitud. Además se debe caracterizar por poseer una voluntad grandiosa, capaz de motivar a las masas que carecen de ella.

En el caso de la iglesia católica la multitud está unida en torno al amor de Cristo, quien es considerado como el hermano mayor, sustituto del padre. Cristo garantiza a cada uno de los creyentes la igualdad en cuanto al amor divino. Es precisamente el amor en Cristo el que une como hermanos a todos los miembros de la iglesia. “ En el lazo que une a cada individuo con Cristo hemos de ver indiscutiblemente la causa del que une a los individuos entre sí “[6].

Sin embargo Freud se sigue mostrando pesimista, puesto que el asesinato de Moisés es un ejemplo claro del fracaso del padre regulador. Este acontecimiento reafirma nuestro origen como hijos de esa violencia originaria, tanto en la parte individual como en la de los pueblos. Tanto el asesinato de Moisés, como el asesinato de Cristo confirman el fracaso de la ley de amor.

Finalizando, la cultura es una estructura de instituciones en función de las cuales se constituye la personalidad de los individuos; la cultura establece patrones y procesos de normalización, pero en la medida en que esos patrones y procesos de normalización de la personalidad se erigen, o tienen su historia, en la lucha entre el yo y el ello, y la constitución del principio de realidad avalado por el súper yo, se llega al resultado de que los patrones, de lo que una cultura considera como normal, tienen su origen en mecanismos patológicos[7], o sea, en mecanismos que también pueden considerarse anormales.

Una neurosis obsesiva determina conductas rituales a las cuales el sujeto que las ejecuta atribuye fundamentos irreales (la ilusión); la neurosis que funda la cultura opera de la misma manera y los rituales emergidos en su proceso de desarrollo también se fundamentan en fantasías, por eso, concluimos con Freud:

El hombre común no puede representarse esta providencia sino bajo la forma de un Padre grandiosamente exaltado, pues solo un padre semejante sería capaz de comprender las necesidades de la criatura humana conmoverse a sus ruegos, ser aplacado por las manifestaciones de su arrepentimiento. Todo esto es a tal punto infantil[8].



[1] Op. Cit. Malestar en la cultura. Pág. 3018

[2] Op. Cit. El porvenir de una ilusión. Pag. 2976 y 2977

[3] Op. Cit. Psicología de las masas y análisis del <>. Pág. 2578.

[4] Op. Cit. El porvenir de una ilusión. Pág. 2970

[5] Op. Cit. psicología de las masas y análisis del <>. Pág. 2569

[6] Ibídem. Pág. 2579

[7] Los actos religiosos no son otra cosa que el resultado de actos obsesivos. En la cotidianidad el hombre religioso realiza sus ritos, sus ceremoniales como algo común y hasta cierto punto normal. Freud reconoce el origen de estos actos en la neurosis obsesiva.

[8] Op. Cit. El porvenir de una ilusión. Pág. 3023.

EL PRINCIPE, DE NICOLÁS DE MAQUIAVELO


De diversos estudios que se han hecho sobre la propuesta política que nos da Nicolás Maquiavelo por medio de su obra El Príncipe, enmarcan el ideal de gobierno, o mejor dicho, para gobernar, en una autoridad déspota, inconsiderado, individual, sin morales ni piedades, tomando a la virtud como estrategia para mantener el poder y consolidarlo. Se califica así como apropiado el aforismo “El fin justifica los medios”.

En El Príncipe, vamos a encontrar, como su destinatario[1] lo recibe, unas maneras de fortalecer la forma de estado que Maquiavelo llama principado.

Se reconocen dos formas de gobiernos: El republicano y el monárquico (principado). Señalando a éste último, se estiman dos formas: los principados hereditarios (que son más fácil de mantener), y los principados nuevos.

Para mantener un buen estado, es menester asegurar la autoridad por medio de las armas. Se pone como principio de esta intención a el temor, lo que hace que los ciudadanos sean fieles a su Príncipe, más que el medio del amor. Sin embargo, el Príncipe debe saber en qué medida otorga beneficios a sus funcionarios y al mismo pueblo. La fórmula para mantener unido a sus gobernados es tratarlos con crueldad y con poquísimos ejemplos de severidad, pero entre las dos formulas, se prefiere a la severidad ya que esta muestra clemencia justificando sus acciones violentas.

La apariencia benévola del Príncipe es provechosa en cuanto los engaños hacen que las empresas que emprende salgan bien. Se acepta como facultad de entrar en el mal cuando hay necesidad, cuando los vientos de la fortuna así lo ameriten.

Respecto a los funcionarios al servicio del Príncipe, estos deben ser fieles, mirando solo los intereses del principado más que los particulares. Además, se deben escoger sabios que sepan aconsejar en su momento para oír la verdad sobre los asuntos de estado, y el mismo Príncipe debe pedir consejos sobre la materia, haciendo posible que ningún motivo de respeto debe estorbar para que se los digan.

Podríamos hablar de las tropas, de las clases de principados, de la fortuna y la virtud, de cómo evitar ser odiado y despreciado, etc., temas diversos que en El Príncipe tomaríamos en consideración para un estudio político del texto, sin embargo, delimitaremos nuestro trabajo a tres aspectos que nos llaman la atención: el centralismo, la historia y lo novedoso, consideraciones sagaces[2] que el Príncipe debe tomar para establecer el estado.

2.1 La propuesta de un Estado Centralista.

El príncipe debe fundarse en sí mismo. Es en el monarca en el que se reconocen los poderes y privilegios centrales, entendido este asunto, como el poder absoluto.

Para Maquiavelo, hay más autoridad cuando esta recae en un príncipe, pues todos los habitantes reconocen en él a un único señor[3]. Para llevar a cabo tal empresa, se enfatiza en el sostener el estado por intervención del ejército, un ejército propio, estando el mismo Príncipe a la cabeza del ejército, preparándolo constantemente para la guerra.

El quitar y poner funcionarios a su servicio, dependen en parte no de la fortuna sino de la virtud estratégica, haciendo partidarios suyos, ganándose a los que están a su servicio, para que ejerzan sus cargos con fidelidad. El renovar todo, para fortalecer el poder absoluto, está solo en manos del Príncipe[4], y todo rango o riqueza de sus posesores deben reconocer que se debe a él. Los príncipes deben dejar a otros la disposición de cosas odiosas, reservándose para sí la concesión de gracias.

Por otro lado, en sus funciones categóricas, el Príncipe debe ser fiscal de los medios de producción económica del estado, para obtener dinero, evitando ante todo, el ser menospreciado y aborrecido ante el pueblo, y en otras por ejercito.

Los territorios conquistados deben tener la presencia directa de su nuevo monarca, para hacer posible el control directo de estos pueblos, buscando la unificación; o bien, según la circunstancia, crear estados que se mantengan dependientes de él. En otros casos, es conveniente destruir las ciudades para hacer nuevas que formen parte de los territorios monárquicos.

Ante todo, aconseja Maquiavelo, se debe tener al pueblo como amigo, ya que ellos se obligan a quien los beneficia, pero no debe el Príncipe apoyarse en el pueblo. La idea central, es crear en los ciudadanos una conciencia de necesidad del Estado.

2.2 La historia como modelo de grandes empresas.

A través de toda la obra maquiavélica, se notan los recursos históricos de los que se vale para basarse en sus teorías políticas. Primeramente, el ejercicio de la obra es experimental, como se interpretará en el capítulo 15 de El Príncipe donde reza: “Pero siendo mi propósito escribir cosa útil para quien la entiende, me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de las cosas que tras su apariencia”. Las intenciones buenas, entonces, se ven desplazadas por las efectivas. De ahí que en todo intento de presentar por modo articulado sus ideas nos acerca a cómo él concebía la acción del hombre en la historia y sus supuestas posibilidades y limitaciones.

Sin embargo, parecer ser que el modelo a tomar de la historia no es para dar supremacía al estado, sino para poner en mayor rango al Príncipe, lo que tiene que hacer éste para enseñorearse y evitar las infamias, por tanto, el espejo a tomar en cuenta son los personajes de la historia que llevaron a cabo hechos grandiosos. Citaremos como ejemplo la que dice Maquiavelo en el capítulo XX de El Príncipe: “Volviendo a nuestro asunto, digo que quien considere atentamente lo expuesto en este capítulo, verá que la causa de la ruina de los citados emperadores romanos fue el odio o el desprecio, y comprenderá que, siendo su respectiva conducta semejante, a unos condujo a buen fin lo que fue fatal para otros; porque a Pertinax y Alejandro, por ser príncipes nuevos, les fue inútil y dañoso querer imitar a Marco, que heredó el solio imperial, e igualmente lo fue a Caralla, Cómodo, y Maximiliano imitar a Severo sin tener grandes dotes. Por tanto, un príncipe nuevo en un principado nuevo no debe copiar de los actos de Severo más que lo precioso para afianzar su autoridad, y de los de Marco los que sean convenientes y gloriosos para conservar un estado que esté ya sólidamente constituido”.

2.3 El reto de lo nuevo.

Parece contradictorio, cuando en la obra, en el capítulo segundo, Maquiavelo señala que “los estados hereditarios, habituados a la estirpe de sus príncipes, son mucho menores las dificultades para conservarlos que en los nuevos”; puesto que en éstos últimos es donde enfatiza para gobernar. Puede ser que el ideal, está en el estado de la Italia soñada a la que se refiere en el último capítulo, donde los distintos medios posibles que menciona El Príncipe, sirvan para llegar a feliz término la unificación de Italia. Siguiendo la línea de Strauss, Maquiavelo toma la caracterización de un nuevo Moisés, y su enseñanza enteramente nueva, es un nuevo Decálogo, para el príncipe por completo nuevo, en un Estado del todo nuevo[5].

A esta exhortación podemos recurrir a varias citas, pero nos detendremos por ahora en el capítulo XX de El Príncipe, del cual recogemos las siguientes ideas al respecto: “Jamás ha ocurrido que un príncipe nuevo desarme a sus súbditos; al contrario, si los encontró desarmados los armó...”, “Pero el que considera un nuevo estado para unirlo a otro que de antiguo posee, debe desarmar el adquirido, exceptuando solamente a los que, durante la conquista, se hayan declarado en su favor”. “Los príncipes, especialmente nuevos, suelen encontrar más fidelidad y mayor celo en los que, al comenzar el reinado, son tenidos por sospechosos, que en aquellos que les inspiraban mayor confianza”. Entrevemos a sospechas, advertencias y propuestas para considerar en el nuevo estado, consideraciones (y otras), que el mismo Maquiavelo escribe en el capítulo XXIV que son vital importancia: “Bien observadas las precedentes reglas, harán que un príncipe nuevo reine en sus estados con tanta seguridad como si los tuviese por herencia...”.

El recurrir a la historia no se opone a lo nuevo, al contrario, le da forma. Lo bueno es lo antiguo, y por tanto que lo mejor es lo más antiguo[6]. En sentido propuesto, no es tomar al pié de la letra lo antiguo, sino modificarlo, replantearlos de acuerdo a conveniencia, a la circunstancia, redescubriendo su aplicación al momento histórico.

3. A MANERA DE CONCLUSIONES.

Si bien es cierto que para antes de Maquiavelo toda su predicación se venía realizando en cuanto a manera de gobernar, ninguno se había atrevido a poner por escrito, ni mucho menos dar por aceptado ese estilo exclusivamente por conveniencia, de ambición, crueldad y malicie para llegar a la magnificencia, utilizando todos los medios posibles para tal efecto.

Fue el primero que desbrozó el camino para la ciencia política burguesa basada en la observación de los hechos, en las tentativas de utilizar los datos de la historia y el conocimiento de la psicología humana, en la ciencia liberándose de la teología. Deja de lado, no sólo dogmas de la doctrina religiosa, sino también los postulados de la moral. “La exhortación a desconocer las normas morales, y el cinismo, constituyen la base de la política que se conoce con el nombre de maquiavelismo. Es una política deshonesta, sin principios, inescrupulosa en sus medios y encaminada al logro de los objetivos a cualquier precio”[7]. “Según él, el poder de un fuerte príncipe es el medio más seguro para lograr la unidad política. No en todas partes, dice, es posible la república, y en algunos casos es preferible la monarquía. Para los pueblos ‘corrompidos’, la forma de gobierno más conveniente es, a su juicio, la monarquía... Maquiavelo sostiene que, para crear el Estado único centralizado, tan necesario para la burguesía, lo más conveniente es la monarquía...”[8]



[1] Se refiere a Lorenzo de Médici.

[2] Cfr. Strauss, Leo. Nicolás Maquiavelo, en Strauss, Leo y Cropsey, Joseph. Historia de la filosofía política. México: F.C.E., 1993. Pág. 288.

[3] Cfr. Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Capítulo IV: por qué el reino de Darío, conquistado por Alejandro, no se rebeló, muerto éste, contra sus sucesores. Madrid. Ed. Universidad de Puerto Rico. 1955. Pág. 230

[4] Cfr. Strauss, Leo. Nicolás Maquiavelo, en Strauss, Leo y Cropsey, Joseph. Historia de la filosofía política. México: F.C.E., 1993. Pág. 299.

[5] Cfr. Strauss, Leo. Nicolás Maquiavelo, en Strauss, Leo y Cropsey, Joseph. Historia de la filosofía política. México: F.C.E., 1993. Pág. 292.

[6] Cfr. Strauss, Leo. Nicolás Maquiavelo, en Strauss, Leo y Cropsey, Joseph. Historia de la filosofía política. México: F.C.E., 1993. Pág. 295

[7] Pokrovski V. S. Historia de las ideas políticas. Editorial Grijalbo S. A. México , 1966. Pág. 148.

[8] Ibíd. Pág. 147.