viernes, 5 de febrero de 2010

DIÁLOGO ENTRE MODERNIDAD Y POSTMODERNIDAD, Daniel Herrera

DIÁLOGO ENTRE MODERNIDAD Y POSTMODERNIDAD



El proyecto emancipatorio proclamado por la Modernidad ha fracasado. Los hechos están ahí: negación de la dignidad de la persona y de sus derechos, intolerancia, desigualdad, violencia, regímenes políticos represivos, destrucción de la naturaleza, dominio de la técnica sobre el hombre, etc.. Muchos autores utilizan siempre una palabra para designar el paso de la Modernidad a la Postmodernidad: Auschwitz, palabra que designa todos los campos de exterminio humano construidos por los nazis a partir de la teoría sobre la raza que se consideraba científica y, por consiguiente, fundamentada en la Modernidad. Pensemos en las guerras mundiales, en la bomba atómica, en la destrucción de la capa de ozono, etc.. Esto nos hace sospechar que la utopía de que la razón con su poder absoluto garantizaba el triunfo de la civilización sobre la barbarie tan sólo fue un simple sueño.



El término Postmodernidad expresa la desazón, el malestar, el desengaño que el hombre actual experimenta frente a las promesas falaces de la Modernidad. Digámoslo en palabras de Lyotard: AYa hemos pagado suficientemente la nostalgia del todo y de lo uno, de la reconciliación del concepto y de lo sensible, de la experiencia transparente y comunicable. Bajo la demanda general de relajamiento y apaciguamiento, nos proponemos mascular el deseo de recomenzar el terror, cumplir la fantasía de apresar la realidad. La respuesta es: guerra al todo, demos testimonio de lo impresentable, activemos los diferendos, salvemos el honor del hombre@. Ante el fracaso de la Modernidad, no son pocos los que asumen una actitud nihilista e irracionalista que nos invita a aceptar como válido cualquier punto de vista y, lo que es peor, a renunciar a todo futuro: vivamos el presente hasta donde nos sea posible, que ya veremos qué pasará mañana. Inclusive, no son pocos los que viven esta autoalienación, esta autodestrucción, como la posibilidad de un goce estético de primer orden. (Que lo digan quienes han hecho de la sociedad de consumo su mundo y quienes no se resignan a estar excluidos de él! No son pocos los que viven la Postmodernidad como el Imperio de la Arbitrariedad. Para éstos el lema de la Postmodernidad sería el Atodo vale@, que ya citamos de Heller.



El término Postmodernidad expresa, igualmente, la reflexión filosófica que en los últimos años han adelantado autores como Lyotard, Foucault, Derrida, Habermas, Vattimo, Bell, para comprender, explicitar, validad o invalidar esta sensibilidad cultural del hombre del siglo XX y para descubrir la falla, y por ende la responsabilidad, de la Modernidad. Desde este punto de vista la Postmodernidad constituye un Aproceso@ a la Racionalidad Moderna en todos los autores, sin excepción, ya sea que este proceso culmine con su condenación a muerte, como es el caso de Vattimo, o a reconocer sus errores, pero al mismo tiempo sus virtudes, como en Habermas, que se ha esforzado en redefinir los ideales de la Modernidad en función de una nueva realidad social donde reine no la arbitrariedad sino la tolerancia, el antidogmatismo, el reconocimiento de la particularidad y singularidad de los individuos y de las pequeñas comunidades, el respeto por la pluralidad de formas de vida, de manifestaciones culturales, de juegos del lenguaje, etc..



Estamos de acuerdo con los autores que luchan por redefinir la Modernidad y que consideran que la Postmodernidad como concepto no significa una ruptura total con la Modernidad. El espíritu de la Modernidad continúa vigente, a saber, el querer vivir en libertad. Igualmente continúa vigente su capacidad de autocrítica y la necesidad de repensar permanentemente, sus problemas, sus principios y sus resultados.



Hoy como ayer los ideales de la Modernidad nos animan: libertad, igualdad, reconocimiento de la dignidad de la persona humana, paz (fraternidad), respeto de los derechos humanos, y la tolerancia que presupone el reconocimiento de las diferencias, de la heterogeneidad y de la perspectividad, experimentados en el mundo concreto de la vida. Esto permite un diálogo entre Modernidad y Postmodernidad.



Ciertamente tenemos que renunciar a la gran utopía, al gran metarrelato de la existencia de una ley de progreso infinito, de manera especial, de progreso moral, que aseguraría de antemano la llegada de un reino donde estos ideales serían una realidad. La historia no es un título de seguridad para la existencia humana. La historia no tiene un sentido lineal. La historia implica siempre rupturas y continuidades, crítica y reafirmación del pasado. El concepto de historia de la Modernidad implica una noción de tiempo homogéneo y vacío que excluye la posibilidad de pensar en rupturas y mucho menos de la autocrítica de la misma historia como proceso. Prueba de ello es que la negación factual de los ideales de la modernidad, la barbarie, ha sido el pan de cada día a través de todas y cada una de las épocas históricas.





También tenemos que renunciar al metarrelato de la existencia de una Subjetividad Trascendental y absoluta que, en su soledad, gracias a su autoconciencia y autoreferencia, fundamentaría el valor universal de estos ideales, como también a la afirmación de que sólo se justifica y valida lo que la razón puede demostrar. La pretensión absoluta de la razón no tiene sentido puesto que el sujeto en el que se apoya es un ser limitado y finito. Aceptar esta pretensión es justificar de antemano el dogmatismo, la intolerancia, el despotismo en todos los órdenes. Recordemos tan sólo cómo ya antes de Kant, en la Revolución Francesa, rodaron muchas cabezas en su nombre.



Debemos igualmente renunciar a la universalidad ontológica, es decir, a la creencia de que estos ideales gozan de una univocidad ontológica que los convierte en arquetipos, en modelos eternos a partir de los cuales se valida o no todo pensamiento y toda acción. La Modernidad falló al prolongar la idea platónica y medieval de la Asubstancialidad del ser@. En este punto la Postmodernidad, que proclama la Acontextualidad del ser@, nos da un apoyo para desarrollar un discurso que nos haga comprensible la validez de la perspectividad de nuestras visiones individuales del mundo, de la diversidad y autonomía de las diferentes regiones del Mundo de la Vida (objetivo, social, subjetivo) y del valor propio de las culturas que constituyen las comunidades y etnias que pueblan y han poblado el universo en cada una de las épocas históricas.



Pero la negación del Sujeto Trascendental, de la ley del progreso, de la universalidad ontológica de los ideales de la razón, no significa que no podamos y debamos buscar una nueva fundamentación de estos ideales o, como diría Habermas, un nuevo paradigma.



Estos ideales no los ha formulado un sujeto solipsista. Se los ha formulado la humanidad. )No significa esto que no es la subjetividad sino la intersubjetividad su fundamento? )Acaso el Aser con otros@ no es la esencia del hombre? )Acaso cada uno de estos ideales no implica el reconocimiento del Otro, el encuentro del Otro en mi propio yo y de mi yo en el Otro? EL punto de partida de la reflexión no puede ser la autoconciencia y la autoreferencia de un sujeto aislado de conocimiento y acción sino la autoconciencia y autoreferencia de una intersubjetividad que se experimenta múltiple, diferenciable, histórica y que, en su conocer y actuar, sólo puede apostar mediante consenso mutuo a las que serían las razones más razonables, los argumentos más argumentativos, a las proposiciones más propositivas.



Si los mencionados ideales no gozan de una universalidad ontológica, )es ilusoria la utopía de su universalización? )No podría la Intersubjetividad fundamentar la aspiración a esta universalización? )Acaso los hombres de hoy en día al mismo tiempo que se sienten ciudadanos de una patria chica no se experimentan cada día ciudadanos de un mismo mundo? )Qué significa el Internet sino, entre otras cosas, la posibilidad de asumir o rechazar los puntos de vista de los ciudadanos de todo el mundo?



La universalización no implica que los ideales respondan necesariamente a conceptos unívocos. Consideramos que todos los conceptos que se refieren al ser humano, a causa de su simultánea pluralidad y unicidad, son analógicos. Pero nos es lícito aspirar a una universalización de nuestros ideales, de nuestras perspectivas. El reconocimiento de nuestra contingencia, de nuestra pluralidad, de nuestras diferencias, constituye de por sí la base para proponernos consensos acerca de aquello que nos permitiría trascendernos, humanizarnos y humanizar el mundo de nuestra vida cotidiana. Ciertamente no existe la igualdad. Es un ideal. Pero la igualdad no es Acuantitativa@. Es Arazonable@ que existan razones para que en el trato humano se den diferencias que no puedan ser Ademostradas@ pero sí argumentadas. Ejemplo: una madre quiere repartir una torta entre sus hijos. Para ser justa y tratar a sus hijos de acuerdo con el ideal de la igualdad, )debe dar exactamente la misma cantidad a cada uno de ellos? Ciertamente la razón no puede Ademostrar@ que esto tenga que ser así. Pero )no es razonable, no es comprensible, que le dé un trozo más grande al hijo hambriento, o al hijo que ayudó a preparar la torta o al hijo mayor, o al hijo que de nuevo puede comer algo dulce después de no haberlo hecho durante algún tiempo por prescripción médica?



Ciertamente tenemos que renunciar, como han renunciado los postmodernos, a esa razón absoluta, de la modernidad de carácter rabiosamente matemático e instrumental, que todo lo puede demostrar, justificar y validar y que sólo busca la eficiencia. Pero esto no significa renunciar a la racionalidad y proclamar el advenimiento del nihilismo como se encuentra en ciertos postmodernos. Citemos a Vattimo que nos recuerda al Nietzsche de la AVoluntad de Poder@. Aún en estos autores podemos rastrear cómo la Voluntad de Poder incluye la voluntad de verdad y la voluntad de autosuperación como lo soñara la Ilustración.



)No será posible dejar de lado la concepción de la razón como razón demostrativa e instrumental y en su lugar hablar de una razón argumentativa, de una razón que las más de las veces sólo puede dar razones razonables?



Yo iría mucho más allá: )No será posible ampliar el concepto de razón de tal manera que incluya todas aquellas otras dimensiones mediante las cuales el hombre capta el sentido de la realidad y que tradicionalmente se consideraron irracionales? Recordemos la frase de Pascal: AEl corazón tiene razones que la razón no entiende@. No se trata de dar contentillo a ciertos postmodernos. Ya en 1974 en mi obra Hombre y Filosofía, publicada por la Universidad del Valle, escribíamos: AHa llegado el momento de ampliar el concepto de razón para que queden allí incluidas todas las argucias de que se sirve el hombre total para entrar en contacto con la realidad: lo emotivo, lo institucional, lo estético, lo subconsciente, en fin, todo ese mundo interior, tradicionalmente considerado como irracional que constituye nuestro ser concreto. El conocimiento racional y deductivo sólo es uno de nuestros modos de ser en el mundo real. Como dice Merleau Ponty, >hasta el mismo cuerpo sabe más del mundo que nuestra propia razón=@. Ya en esta época insistíamos sobre cómo el lenguaje Acontamina el pensamiento@, sobre cómo el mito, visión propia de una comunidad, tiene su propia lógica y no puede ser considerado irracional; y sobre cómo el mundo de la predicación presupone la experiencia propia del mundo de la vida. El purismo kantiano de la razón no deja de ser un mito. Citemos otras líneas que en ese entonces escribimos: ALa misión del filósofo es la de volver con todo su ser, como espíritu encarnado, a la realidad concreta para vivirla y, viviéndola, describirla y describiéndola, interpretar su sentido y el sentido de la existencia. Esta manera de concebir nuestra tarea está muy lejos de la pretensión de convertir al filósofo en un espectador imparcial de una realidad constituida en espectáculo para un mirar puro. Se nos invita a una racionalización total de la experiencia, pero la realización de este ideal implica una destrucción de la misma experiencia. La experiencia no se deja racionalizar plenamente... El filósofo no puede pretender arrojar una luz sobre el hombre y su vida sino llegar a ser esta vida, vivida eso sí, con plena conciencia, para que esa vida con cada uno de sus comportamientos revele el sentido de la realidad y >constituya= todas las posibilidades que se pueden ofrecer a partir de la experiencia para la edificación de la historia y cultura humana, es decir, para el pleno desarrollo de las relaciones verdaderamente humanas que el hombre puede sostener con el mundo, con sus semejantes, consigo mismo, con el absoluto@.



Recordemos cómo el mismo Kant tuvo que distinguir entre una razón pura, una razón estética y una razón ética; y que expresamente nos dijo que esta razón ética pertenece al mundo de la Belief, de la fe. Asistimos a un interés creciente por lo ético. )Este interés no será deudor de la Ilustración kantiana que, en su actitud crítica, fue llevando necesariamente al mundo de lo ético? )No podríamos decir algo semejante en relación al hecho de que la Postmodernidad, antes de darse a nivel de la filosofía, se dio a nivel de la literatura y del arte? )Acaso en la época kantiana ya el romanticismo alemán no proclamó al arte como el espacio de reconciliación entre los ideales ilustrados y la realidad que debería ser superada?



Resumamos: los problemas e ideales emancipatorios de la Modernidad continúan vigentes. Pero la forma racionalista como fueron fundamentados perdió vigencia. En este sentido la Postmodernidad tiene >razón=. Esto no significa que podamos pensar como algunos postmodenistas que Atodo vale@, que no podamos ser razonables, que no podamos formularnos ciertas utopías. Estamos de acuerdo con aquellos postmodernos, por ejemplo Habermas, que utilizando el espíritu autocrítico propio de la Modernidad buscan una fundamentación no racional sino razonable de los ideales Ailustrados@. En este sentido consideramos que no hay una ruptura total de la Postmodernidad con la Modernidad y que, por consiguiente, que es >razonable= afirmar que la Postmodernidad es la modernidad de la Modernidad. La Postmodernidad nos está recordando con hechos y, no en términos teóricos, que la razón tiene sus límites, que ella por su vocación a la universalidad fácilmente olvida el perspectivismo propio del Mundo de la Vida, la pluralidad, la diferencia, la heterogeneidad. Pero comete el error frecuentemente de desconocer nuestra vocación a la racionalidad, a la universalidad, al llamado que todos experimentamos de ser ciudadanos de un mundo que nos es común, pero que sólo lo es realmente si todos nosotros, sin negarnos en nuestra individualidad, reconocemos la intersubjetividad, el hecho de que nuestro ser es un ser en relación y que, por lo mismo, nuestro yo sólo será reconocido como yo cuando descubra y reconozca en el yo al otro y el otro descubra en sí a mi yo.



Si el gran pecado de la Modernidad fue la obsesión de la fundamentación absoluta de las utopías que le son lícitas formularse al hombre a partir de una razón considerada como infinita, el pecado de la Postmodernidad es el fundamentalismo de un individualismo que desconoce nuestra vocación hacia la universalidad y en cuyo nombre ruedan cabezas como rodaron en la Revolución Francesa: )ejemplos?, el fundamentalismo islámico, el fundamentalismo israelí. Más cerca de nosotros: el fundamentalismo de los grupos izquierdistas de la guerrilla, el fundamentalismo del paramilitarismo de la derecha, el fundamentalismo del militarismo, el fundamentalismo de los carteles de la droga, el fundamentalismo de los políticos corruptos, todos los cuales han hecho de sus perspectivas individualistas la negación de nuestra vocación de seres humanos que aspiramos a que se nos reconozca con orgullo el llamarnos hombres.