por Eddy Tomalá
La preocupación sobre los jóvenes que se planten
muchas personas, (no sólo en estos tiempos, sino siempre), es la
visión de Mundo que ellos tienen. Al momento de decir: “que
ellos tienen”, ya se ha polemizado una visión que consiste en
considerar dos grupos, y en fragmentar la posición frente a un
medio que es nuestra realidad, y parece absurdo. Esto es, posibilitar
la armonía entre el “ellos” y el “nosotros”. De alguna
manera se forma el caos y la armonía hasta el punto de convivir, y
este punto donde convergen el ellos y el nosotros, es
nuestra realidad. Vivimos en una realidad heterogénea y demasiado
híbrida.
Es muy conocida esa frase que versa “en mi época
los jóvenes eran diferentes”. Sin embargo, hay la posibilidad
de que, quién se reconoce en dicha frase esté estancado en un mundo
que no quiere reconocer, ya que las cosas han cambiado, y que las
nuevas generaciones han superado cosas del pasado.
La visión que tienen los estudiantes contemporáneos es
diferente a la que tenían nuestros padres cuando ellos estudiaban.
Esa manifestación de la vida social se puede considerar en dos vías:
una de ida, que es la de los jóvenes que han creado su mundo, ya
desde muchas décadas atrás, como es la música, y con ello el rock,
el metal, y en otros casos el jazz y la música protesta, la moda, el
estilo, los grupos con los que se identifican, los comportamientos, y
ahora más que nunca la tecnología que está al alcance de todos...
La preocupación es si realmente los jóvenes son protagonistas y
gestores de ese mundo. Y puede que esa creación que hacen los
jóvenes no sea más que una manipulación de la que se valen ciertos
medios externos para mantener los intereses de un sistema ya sea en
el ámbito político o económico, como en el caso de las emisoras de
radio y televisión, o grupos elitistas, con incursión al internet;
o bien, simple producto del consumismo en que se encuentra nuestra
sociedad. He ahí la segunda vía: la inautenticidad como resultado
de lo que quieren ciertas empresas, sea el Estado o doctrinas
políticas, o bien el comercio, y para tal efecto, se utilizan todos
los medios posibles:
“Son los
medios los que han permitido la salida a la superficie de las voces
de las diferentes subculturas, y por lo tanto la caída de una visión
unitaria del mundo y la historia, según Vattimo. Son las tecnologías
comunicativas las que han producido una sociedad de la información,
y las que han colaborado en la destrucción de los metarrelatos,
según Lyotard”1.
La
cultura, como producto de una manipulación social, muestra otro
rostro de la sociedad; y sus consecuencias son múltiples.
Entre tantas consecuencias, está falta de perspectiva de futuro. Y
esto es aprovechado por los sistemas de dominación, por ejemplo, en
Colombia, los estudiantes le tomaron mucho cariño y añoran el
decreto 230 que garantizaba la promoción automática en los colegios
aunque perdieran todas las materias. “El goce”, como lo llaman
los estudiantes de secundaria, se contrapone al “cárter diem”
del romanticismo. Ahora es, pasar el momento de nuestros jóvenes,
sin compromisos, sin implicaciones, y hasta sin meditaciones.
Entonces, o bien se puede llegar a tener una falsa felicidad, con
máscaras que deshumanizan a la persona porque no somos otros, sino
“transeuntes” viviendo el momento, lo inmediato, lo rápido. De
hecho, si con la industrialización el trabajo en serie ayudó a la
superproducción, la era del computador y del internet ha suscitado
la fluidez. El joven quiere cosas acabadas, tenerlas, y sin mayor
esfuerzo. Por otra parte:
“La rutina, el marco
imperativo de lo “normal”, la primacía del tener y la apariencia
determinan un estilo de vida unidimensional que cifra en la posesión
y el consumismo de la felicidad del hombre moderno. En el ideal del
“confort” se vive sólo de las sensaciones y en la exterioridad.
Además, se vive porque sí,
por la inercia de un ciclo propio de todos los seres vivientes. Si
algún día se sufre o se muere, esto es parte natural de la vida
normal”2
Ese
es el rostro de la ciudad actual, de la realidad actual, del mundo
globalizado postmoderno. Y esos son los temas que recogen las
literaturas contemporáneas. Haciendo referencia a la obra
“Ceremonia culta” de Germán Silva Pabón, el autor
Benhur Sánchez Suarez indica algunas características de esa
realidad inmediata presente en las nuevas literaturas, en donde lo
híbrido es convergencia de cultura:
“A través de sus páginas
–de la obra Silva Pabón- deambulan los grandes pensadores de la
modernidad y los menores vivientes de la cotidianidad con sus
discernimientos; los grandes artistas de la vanguardia, los músicos
y los filósofos de la feudalidad y la modernidad con los pequeños
serenateros, los pobres y los abyectos, los ricos y los sublimes; la
existencia en un instante de toda la cultura, el presente y el
pasado, desde los grandes paradigmas hasta los pequeños creadores
del folclor popular, desde la invención de términos hasta la larga
enumeración barroca que configura una descripción; es una orgía de
sonidos, historias, cuentos, anécdotas, acciones mínimas o
apocalípticas a través de las cuales Santiago, llamado the swap, se
fija en la memoria del lector. El homo ludens que apuesta en 155
apretadas páginas por el hoy: el hombre posmoderno”3.
Esa realidad, en que convergen el “ellos” y el
“nosotros”, es nuestra realidad.
1
POSMODERNISMO Y MEDIOS DE COMUNICACION. Por: Ricardo Diviani. En:
http://www.comminit.com/la/node/150534
2
Rodríguez Albarracín, Eudoro. Introducción al filosofar. Bogotá,
USTA. 1997. Pág: 42.